Boniface N’Dong: Jërë jëf


Mbour es una localidad situada a 8 Km al sur de Dakar, la capital de Senegal. Con 170.699 habitantes sus principales fuentes de progreso son el cacahuete y el turismo. Pero sobre todo y de forma perpetua en la relación que establecen mar y humano, la ocupación de los habitantes de Mbour es la pesca. Una profesión que convirtió las orillas de la ciudad, en uno de los puertos más importantes de la costa de África. Allí, en la dorada arena de sus playas nació hace 34 años nuestro protagonista, Boniface N´Dong.

Una infancia que destacó por largos ratos de juego en la arena después de salir de una escuela que le marcó profundamente. La religión se cruzó en su camino y dejó la huella que hoy impregna su carácter calmado fuera de la pista, situación antagónica a su rendimiento en el parqué. Su paso por el seminario entre los 13 y los 19 años hizo que se planteara seriamente encaminar su vida hacia el culto a Dios. Pero en la balanza ganó peso la opción del deporte, que en un principio fue el fútbol, pero que luego se transformó en baloncesto, una pasión que cambiaría su vida. Llegando a jugar en la Universidad de la ciudad muchos scouts se acercaron para preguntarle por su situación. Incluso Louisville se planteó becarlo, pero N’Dong decidió seguir en Senegal hasta los 22 años. En ese momento llegó una oferta desde Alemania, donde a través de un conocido, logró el visado que le permitía ponerle realidades a un sueño que se encontraba en la orilla oeste del Atlántico. Cuatro temporadas avanzando en su juego, primero en el Rattlesdorf y el TSV Breitengrussbach y posteriormente en el Bamberg de la liga Alemana, para acabar su primera etapa en Europa en las filas del Dijon francés.

Ese momento marca la vida de N’Dong. Los sueños que compartía con sus amigos en las playas de Mbour se cumplieron. Llegó la oferta de la NBA, en este caso de Los Ángeles Clippers. Con las maletas cargadas de ilusión y como límite el cielo, Boniface llegó al olimpo baloncestístico. Pero desgraciadamente su camino fue de ida y vuelta. Su poca participación en los esquemas angelinos hicieron que ese mundo idealizado cayera por su propio peso y volviera al viejo continente. Su primera parada fue el Spartak de San Petersburgo, un equipo que se presentaba último de la competición pero que con la llegada del senegalés resucitó y se acomodó en la zona tranquila. Sus buenas actuaciones le valieron un puesto como temporero en una plantilla que le esperaba con los brazos abiertos, Unicaja Málaga. Fue la sensación en los play-off. Su gran envergadura, su capacidad de correr la cancha y su tiro de media distancia enamoraron a Scariolo que le firmó un contrato para la siguiente campaña. Posteriormente con Aíto García-Reneses la evolución en el juego fue tal, que le llegó la opción de fichar por el Regal FCBarcelona, probablemente el mejor equipo de Europa. Y ahí domina las zonas como quiere, igual que los seis idiomas que habla o con la destreza que les enseña la vida a sus hijos. Al final la única palabra que puede decirle Boni a la vida es : Jërë jëf . Gracias en Wolof, su lengua materna.

Comentarios

Entradas populares